jueves, mayo 24, 2007

¿Dónde está la voz oficial de la justicia?

Por: Félix Londoño G., Director de Investigación y Docencia - Universidad EAFIT
Portafolio. Año 13. Número 2700. Pp. 31. 24 de mayo de 2007.

Con tanta noticia de tanto calibre, nuestro país es, sin duda alguna, un lugar con mucho ruido y confusión en el plano del lenguaje, un verdadero pandemónium verbal. Las denominadas versiones libres de los ex Auc derivan ahora en un verdadero fuego cruzado de palabras en donde la verdad está en entredicho. Igual ocurre con la reciente noticia de los teléfonos chuzados. Se colige harta confusión en el cruce de los muy cuidados términos utilizados por los medios: "dijo", "aseguró", "contó", "mencionó", "sostuvo", "son falsas las acusaciones", "son verdades amañadas", "es una venganza", "informa no conocer...", "dice que no sabía...", "también fui víctima...", etc.

La ansiedad por la verdad nos tiene escuchando a esos supuestos oráculos de la certeza a través de la voz de los medios. Los dolientes de las víctimas no le ven otra salida a su deseo de saber sobre sus seres queridos. ¿Cuánto tiempo tomará valorar estas supuestas verdades? Mientras tanto, nos vamos instalando en una certidumbre a medias que se teje en ese fuego cruzado del lenguaje, el del ruido que apenas si alcanzamos a discernir en el maremágnum de los múltiples runrunes que nos llegan. ¿Dónde está la voz oficial de la justicia? ¿Cuándo se dejará escuchar? Para cuando ésta se haga audible quizás ya habremos elaborado nuestros propios rompecabezas sobre la verdad.

Una verdad de tales dimensiones que pareciera no cabernos en nuestra conciencia colectiva. Apenas si han transcurrido unos meses desde que tuviera lugar la primera versión libre. De los cientos que se acogieron a la Ley de Justicia y Paz son muy pocos los que han alcanzado a rendir su versión. ¿Cuánto tiempo tomará escuchar a todos los presuntos implicados? ¿Cuántas verdades amañadas nos dirán? ¿Y la verdad de la guerrilla? Ya aparecen nuevas fosas comunes con decenas de restos de personas desaparecidas. El panorama no podría ser menos sombrío cuando la vida política y la cotidiana resultan también salpicadas en ésta nuestra verdad a medias. La dificultad, una vez más, estriba en poder dilucidar lo blanco en medio de la penumbra. Máxime cuando los procesos de instrucción pueden tomar meses, mientras las sombras de la duda, de sus palabras, oscurecen nuestro horizonte social.

Una urdimbre de dolorosas y descomunales evidencias que se va diluyendo en lo desmesurado de las certidumbres y en la desazón de confrontar nuestra propia realidad. Hay un proverbio chino que dice: "El gran arquitecto del universo hizo al hombre con dos orejas y una boca; para que escuche el doble de lo que habla". ¿Cómo escuchar a los investidos oráculos que nos hablan con sus distorsionados ecos? Es en situaciones como ésta cuando cabe repetir las preguntas ya señaladas: ¿dónde está la voz oficial de la justicia? ¿Cuándo se dejará escuchar?

martes, mayo 22, 2007

Sin miedo a preguntar

El Colombiano – Generación. Páginas 12-13. Domingo 20 de mayo de 2007.

"Los hombres lo han conseguido todo
mediante sus esfuerzos inquisidores."
Jenófanes


El pórtico de Jenófanes, escrito por el profesor Mauricio Vélez Upegui, y publicado recientemente en la colección académica del Fondo Editorial de la Universidad EAFIT, es un libro en el que aprovechando la breve jornada de regreso a casa, Jacobo, el protagonista, apresurando su paso hacia el oriente de la ciudad, desarrolla una duradera jornada de reflexión, un metálogo, acerca del problemático campo de la educación. Entrama el breve y casi accidentado tránsito físico, lluvioso y neblinoso, a la hora del crepúsculo por el territorio geográfico de sus afectos con el, también muy caro a sus querencias, discurrir mental de los llamados viajes inmóviles por la intrincada urdimbre de los hilos de su pensamiento. Varias son las voces, entre la ficción y una inagotada y permanente indagación sobre diversos aspectos que conciernen a la vida académica, las que nos acompañan en este elaborado transcurso del cuerpo y de la mente por el laberinto de la evocación: “caminar se erigía en una manera particular de viajar, así el viaje implicara, en este caso, un vacilante periplo por los arrabales de la memoria.”

Siempre nos han sorprendido los laberintos. Los míticos, como el de Creta, y sus múltiples realizaciones que de ellos han sido plasmadas en la literatura. La primera mirada inquisidora del ser humano sobre su espejo, sobre si mismo, dio lugar a una pregunta originaria sobre el sentido de nuestra existencia haciendo visibles con ello, de repente, los muros, las escaleras y las puertas de lo que hoy constituye el inconmensurable dédalo del pensamiento. Este libro es ante todo un laberinto, un laberinto manierista con tantas puertas y sendas como las miríadas de preguntas que el protagonista se planta a sí mismo y que de paso le deja planteadas al lector en el espejo de su lectura en torno a cada uno de los temas que va abordando durante el desarrollo del texto: los programas de las asignaturas, los territorios del aula, la clase magistral, la noción de problema, la academia investigativa, el tormentoso ámbito de las matemáticas, el espacioso universo de la lectura, la grata evocación a Sócrates, la evaluación, el verbo dictar, y un sinnúmero de otros temas atravesados por la noción de los encuentros.

Cada una de las múltiples preguntas, en torno a cada uno de los diversos tópicos transitados, es un pórtico, un esfuerzo inquisidor, una puerta del laberinto que al abrirse nos deja allí plantados frente a la plural, variada y desafiante expectación que encarna cada una de ellas. Igual que hay pórticos de pórticos, también hay preguntas de preguntas. Se cuestiona la manera como hoy se está en el mundo académico. Se confirma en la pregunta la duda existencial. Irónicamente se pregunta si las cosas, obviamente, no debieran ser de otra manera. Se deja plantada la duda metódica. Se reafirma la pregunta que ya es eco en la caracola, la que muchos otros a lo largo de generaciones se han hecho de manera repetida, centuria tras centuria. Se pregunta frente a la ignorancia. Pero de manera muy limpia queda claro que el saber mana de la fuente diáfana de todas y cada una de esas preguntas que fluyen desde la naturaleza del asombro.

En este libro el alma de las preguntas configura el hilo de Ariadna que nos lleva de la mano por los vericuetos del laberinto. Es en torno a la esencia inquisidora que el autor formula su duda metódica. Inspirado en otro texto, Sócrates Café. Un soplo fresco de filosofía (Cf. PHILLIPS, Christopher. México: Editorial Planeta, Temas de hoy, 2002), el autor nos instala en una versión moderna y tropical de lo que siglos atrás pudo haber sido un escenario socrático: un grupo de no más de quince circunstantes sentados en sus sillas formando un semicírculo, y un ser humano, un actor en el centro, con una taza de café en la mano, representando el papel de Sócrates. Más allá de lo formal o lo informal de la congregación importa el conversar. Un conversar que supera la simple forma de una lectio o de una disputatio para centrarse en la esencia de la quaestio, un concernido ejercicio dialéctico fundado en una permanente indagación. Más allá del mito del hombre importa recuperar su arte de alumbrar los espíritus mediante el cual se dice que lograba que sus interlocutores descubrieran la verdad a partir de ellos mismos. De ese legendario conversar de Sócrates, ¿cómo extraer lo consustancial de su método? ¿En qué radica la esencia del denominado ethos socrático? ¿Acaso se trata de retrotraer y bajar de las altas esferas de las torres de marfil ese filosofar que debiera ser connatural al hombre de a pie, al hombre de la calle? Entre lo velado y lo explicito el autor nos traslada su tragedia, su duda existencial sobre el aprender en un mundo que pareciera ir olvidando las fuentes mismas de su esencia. Fuentes que, curiosamente, ha re-conocido el protagonista a través de un festín intelectual del que tuvo oportunidad de participar en la Escuela de Educación Continua de la universidad en la que el protagonista también funge como profesor en uno de sus programas regulares. Una suerte de medicina alternativa que también ha ingresado al sistema educativo, y que por fortuna, así sea de manera accidental, nos recuerda en este caso el hontanar primero.

Declaro estar llegando al final, a la Z, de esta suerte de reseña, y resulta oportuno señalar que el libro, haciendo eco a lo tocante con el pórtico en el título, se funda en unas sólidas columnas. A lo largo del texto, saltando en el azar del alfabeto, considerando el amplio espectro de la historia, desde la distante geografía cruzando por nuestra propia parroquia, el libro desarrolla, haciendo uso concernido de la convención de las comillas, un dialogo permanente con diversas fuentes y autoridades enunciativas. Desde Aristóteles, pasando naturalmente por Jenófanes, hasta llegar a Zuleta, el lector encontrará mucho más que una centena de reflexiones autorizadas sobre educación, filosofía y tantos otros temas relacionados en los que, a la hora de preguntarnos sobre el ser de nuestro ser, deriva y se nutre el permanente lenguajear de los humanos. Hablando del alfabeto, también es pertinente señalar el público objetivo. Siendo una reflexión sobre diversos aspectos que conciernen a la vida académica, el libro es para todos los integrantes de sus heterogéneas comunidades: estudiantes, profesores, directivos y trazadores de políticas. De manera general señalaría que el libro fue concebido para estudiosos, al fin y al cabo todos deberíamos serlo.

Finalmente una recomendación. Hay que asumir la lectura del libro con paciencia. Cada una de las mil y una preguntas allí instaladas puede constituirse en una pausa, en una digresión, en una puerta que conduzca al avezado lector a una distante vereda. La lectura del libro constituye uno de esos viajes inmóviles que es bueno acometer sentados en una cómoda poltrona, dispuestos los sentidos, y acompañados de una buena jarra de café para la larga pero entretenida jornada que, haciendo eco a Wittgenstein, ha de conducirnos por los diversos senderos del habla. Al final del viaje, “franqueado el portón de hierro oxidado, cuyos latosos chirridos parecían anunciar un rápido envejecimiento del metal” el lector avistará “un pórtico universitario, nada vistoso ni chillón, grabado con los siguientes versos de Jenófanes:”

“Los dioses no nos revelaron, desde el principio, todas las cosas a los humanos; pero en el curso del tiempo, podemos aprender indagando, y conocer mejor las cosas.
Por lo que respecta a la verdad certera, nadie la conoce, ni la conocerá; ni acerca de los dioses, ni tampoco de todas las cosas de las que hablo. E incluso si por azar alguien llegase a expresar la verdad perfecta, lo desconocería: pues todo no es más que una tela tejida de conjeturas.”

viernes, mayo 18, 2007

¿Cuánta tierra necesita un hombre?

Por: Félix Londoño G., Director de Investigación y Docencia - Universidad EAFIT
Portafolio. Año 13 Número 2695. Pp. 30. 18 de mayo de 2007.
La escritura resulta, en muchas ocasiones, como la deriva de una relación de lecturas. Leí a Juan José Hoyos que, leyendo a Tolstoi, usaba uno de sus cuentos para preguntar, a propósito de las riquezas resultantes del narcotráfico. ¿Cuánta tierra necesita un hombre?

He leído también que Bill Gates anunció su retiro de la presidencia de su compañía para dedicarse a actividades de filantropía. En una de sus declaraciones ha afirmado: "Creo que una gran riqueza va acompañada de una gran responsabilidad, la de devolver a la sociedad lo que ésta te ha dado y la de asegurarse que esos recursos se administren de la mejor manera posible para que lleguen a aquellos que más los necesitan".
Coincide este anuncio con la entrada al mercado de Microsoft Windows Vista, versión del sistema operativo Microsoft Windows que sucede a Windows XP. Esta es la 21ª versión desde que saliera al mercado la primera, Windows 1.0, en 1985. En contraste con la 3.0, la primera versión realmente popular de Windows, que demandó un procesador de solo 16 Mhz y 4 MB de memoria RAM, Windows Vista declara la necesidad de un procesador como mínimo de 800 Mhz, 512 MB de memoria RAM y una tarjeta gráfica con Direct X 9.
Además del aumento en su valor comercial, cada nueva versión ha incrementado sus demandas en los recursos de cómputo, ocasionando de paso un aumento en el costo de la infraestructura requerida. Claro que no se puede negar su evolución favorable en cuanto a versatilidad y funcionalidad. Sin embargo, debido a sistemas operativos como Windows, el computador sigue siendo uno de los pocos artefactos que es necesario reiniciar ante bloqueos en el sistema. De manera optimista se anuncia que con Windows Vista este problema se reducirá en un 50 por ciento.
El cuento de Tolstoi tiene que ver con la capacidad de volver al punto de partida, y cierra con la siguiente frase lapidaria: "Dos metros de la cabeza a los pies era todo lo que necesitaba". Mientras el gran magnate de la informática ofrece retornar parte de su fortuna personal, su compañía mantiene el tren de desarrollo y de mercado de esta tecnología que se ha vuelto indispensable. ¿Cuánta de su cuantiosa fortuna, bien administrada como él mismo señala, alcanzará realmente a devolver Bill Gates a la humanidad?
Con esta promesa y las tendencias señaladas, ¿cuál va a ser su aporte y el de su compañía a la reducción de la brecha digital? Algunos líderes proponen el desarrollo de una verdadera unidad de cómputo personal a precios que son casi comparables al de Windows Vista por sí solo. Considerada en este contexto, la pregunta de Tolstoi, reformulada, cobra vigencia. ¿Cuánta capacidad de cómputo necesitamos realmente en nuestros escritorios?

¿Qué hacer por la educación?

Por: Félix Londoño G.
El Colombiano. Separata especial - Educación Superior. Página 24. 18 de mayo de 2007.

La respuesta a esta pregunta tiene múltiples aristas. Usualmente, desde una óptica de logros, se reclama calidad, cobertura y equidad. El debate se trenza en torno a las tensiones que cada uno de estos ejes provoca de manera independiente. En el fondo sabemos que, por lo menos en parte, se trata de un problema de recursos. Los problemas de calidad, cobertura y equidad son subsanables contando con una suficiencia de medios bien administrados y debidamente distribuidos.

Otra manera de considerar el asunto es en términos del ciclo de vida de la formación. Una queja regular y de vieja data en las Universidades es la de que los bachilleres recién egresados no están bien preparados para su ingreso al sistema universitario. El asunto reclama una mirada sistémica que considere todos los flujos en la cadena de formación, desde la temprana infancia hasta la edad adulta. Hoy más que nunca el placer de aprender se prolonga a lo largo y ancho de nuestra existencia. Este ciclo de vida de la formación debe además contemplar de manera articulada las diversas estaciones de tránsito y de salida en el sistema. Nuestra sociedad reclama con urgencia unos ciclos propedéuticos, y unos flujos balanceados de formación técnica y tecnológica. Y sí que le hace falta a este país el desarrollo de su sistema de posgrados, de manera especial el de los programas de doctorado debidamente sustentados en sistemas avanzados de investigación.

La integración también debe ser desarrollada de manera transversal. Significando con esto el fortalecimiento de alianzas estratégicas, en los contextos regional, nacional e internacional, entre instituciones que aportando sus diversas fortalezas contribuyan al fortalecimiento del sistema de educación superior en su conjunto. Las denominadas Tecnologías de Informática y Comunicaciones (TICs) pueden aportar de manera significativa al desarrollo de esta línea de acción. Cada vez se hace más claro que en la sociedad del conocimiento la educación se hace en red. Como apuntaba un experto, “más que considerar una red de universidades, debemos propender por la construcción de la universidad en red”.

Hay otros elementos que confluyen igualmente en los procesos de fortalecimiento de la educación. Cada vez se hace más relevante la formación en por lo menos un segundo idioma. Igualmente resulta enriquecedora la exposición de los estudiantes durante sus procesos de formación a diversas experiencias que pueden ser de tipo co-curricular, que por fuera de los muros de las aulas de clase contribuyen a una confrontación permanente con situaciones y problemas de la vida real. El aprovechamiento de todas estas experiencias, como experiencias de aprendizaje en un mundo cada vez más globalizado, deriva en un capital invaluable de nuevo conocimiento para las nuevas generaciones en proceso de formación.

Finalmente, para cerrar, quisiera señalar el que a mi juicio resulta ser, en últimas, uno de los elementos determinantes. Es el profesor, el verdadero maestro, quien tiene en sus manos, en su cerebro, el poder del conocimiento, y sobre todo la sapiencia, para acompañar y para guiar las mentes frescas que día a día se forman en nuestras instituciones de educación superior. Resulta entonces estratégico fortalecer y reconocer la función, el rol y el estatus del maestro como garante final de una educación superior del más alto nivel.

martes, mayo 15, 2007

Ascensores empresariales

Por: Félix Londoño G., Director de Investigación y Docencia - Universidad EAFIT
Portafolio. Año 13 Número 2686. Pp. 30. 8 de mayo de 2007.

El ascensor hace ya parte integral del día a día laboral en la mayoría de las empresas. Del antiguo malacate ha surgido un elevador moderno que, inserto en el corazón mismo de la arquitectura de los edificios, ha contribuido de manera significativa a la transformación de las ciudades. Pero, además de transportarnos a las oficinas, en el ascensor se desarrollan interesantes dinámicas que tienen mucho que ver con la diaria interacción comunicativa empresarial.

Es en este lugar de escasos metros cuadrados donde en un breve, y en ocasiones lúdico, intercambio de miradas, paliques y silencios observamos las usualmente frescas sonrisas de la mañana, los mudables rostros a lo largo del día y las acostumbradas señales de agotamiento al final de la jornada. Allí, en el efímero instante de los viajes verticales, se cruzan saludos disímiles, se traman componendas y se conciertan citas clandestinas. En el ascensor asciende el saludo del mensajero al gerente y desde éste se refleja, a manera de instrucciones, en los supervisores de sus dependencias.

¿Cómo nos disponemos, y qué miramos en este encierro temporal? Hay ritos en el manejo del espacio, hay rituales en los ojos. Buscamos no quedar en el centro de las miradas recostando nuestras espaldas a las paredes o a la puerta. El ascensor resulta ser una pasarela bien estrecha, a veces hacemos como que miramos al piso o al techo desviando con disimulo nuestra mirada de esos destellos que atraen nuestras vistas. Se abre la puerta, y el desfile se extiende muy fugazmente a vestíbulos y pasillos. Intentamos relajarnos y divagamos anhelando haber sido también objeto de los ojos que recién se han ido.

El operario manual hace ya rato que dejó su silla junto a las manivelas dando paso a la automatización. En muchos lugares el elevador se ha transformado, inclusive, en una estación mediática. Hay ascensores con espejos refulgentes en los que puedes mirarte a ti mismo evadiendo la mirada de otros. Allí se están poniendo de moda los boletines institucionales, y los hay hasta parlantes. En ellos viaja el día a día informativo de la empresa: comunicados, circulares, agendas y programaciones culturales que en ese breve itinerario nos ponen en sintonía con los ritmos que nos aguardan unos pisos más arriba. Ambientados por una música de fondo hacemos nuestro breve tránsito de desvariaciones mentales. En ocasiones somos embarcados directamente en un itinerario visual que mana de una pequeña pantalla adosada en la pared del fondo. Vaya uno a saber si desde el techo ya nos mira también una cámara de video.

Igual que está sucediendo con muchos otros objetos de nuestro mundo real, el ascensor se ha venido cargando con una alta dosis de informatización a tono con las demandas y tendencias de la interacción comunicativa empresarial. Bienvenidos al mundo de los ascensores empresariales.

De la ciencia como juego

Por: Félix Londoño G., Director de Investigación y Docencia - Universidad EAFIT

Palabra & Obra - El mundo. Año XXVIII No 10.002. Páginas D6-D7. Viernes 4 de mayo de 2007.

Somos puro juego. Lo hemos sido desde siempre, movidos por la curiosidad cuyos hilos invisibles nos han halado desde la más temprana infancia. Se pierden en la bruma de nuestros más lejanos recuerdos los momentos en que extendíamos las manos más allá de los cuerpos buscando sentir, reconocer, para luego interactuar –jugar-, con cuanto objeto se encontraba dentro de la limitada circunscripción de nuestro campo visual. En las fronteras de aquellos territorios de la infancia hurgábamos en las grietas de las paredes auscultando ese mundo desconocido que tal vez inconscientemente sospechábamos más allá de las barreras físicas que por entonces se nos imponían. De niños no hacíamos ciencia, jugábamos a descubrir el mundo más allá de nuestra piel.

Afuera, hay una miríada de objetos sobre los cuales, ya de adultos, seguimos extendiendo los cinco sentidos. Las fronteras de nuestra circunscripción territorial se han corrido un tanto más allá, pero siguen ahí más presentes que nunca. Con la ciencia hurgamos en sus grietas, igual que lo hacíamos de niños, buscando develar en ellas las preguntas de la existencia. Ya mayores, interactuando con el mundo, un tanto adustos, hacemos como si no jugáramos, declaramos que hacemos ciencia. La realidad es que haciendo ciencia acrecentamos la dimensión de nuestro juego con el mundo.

Por siglos nos han acompañado los juegos de la infancia, como el de los niños atando una cuerda a un moscardón que luego se transforma en el solaz recreo de las cometas en el aire. A la manera del simbólico mito de Ícaro, jugamos de manera visceral con el aire y con el sol. Desvelo de Leonardo da Vinci con su Ornitóptero, ficción de Julio Verne en obras como “De la tierra a la luna”. Juego que se ha hecho realidad y que hoy nos permite extender la cuerda del moscardón más allá de las fronteras planetarias del sistema solar. Como éste, son innumerables los entretenimientos infantiles escalados por el hombre más allá, a una dimensión cósmica, en su paso por el mundo.

Pero hay juegos de juegos. Desde la infancia, con juegos como el de Batalla Naval, se vive y se vibra con el pasatiempo de la guerra. Por siglos, su fatídico sino también ha empujado, más allá de unos límites humanamente buenos, el desarrollo de la ciencia. ¿Cuántos de los objetos que hoy usamos tuvieron sus primeras versiones usadas en el arte de la guerra? Hoy, de manera elegante, se les denomina ‘aplicaciones civiles’. Lo que a comienzos de nuestra civilización fueran los juegos artificiales de la pólvora, hoy día se trastocan diariamente en ciudades arrasadas. Desde los ya remotos tiempos de la pólvora, luego de pasar por múltiples estadios como el de la dinamita, buena parte de la última centuria nos la hemos pasado entretenidos jugando con el átomo. Ya lo sabemos, no es un juego cualquiera. Abierto y expuesto su vientre, los hilos que tejen la existencia se van adelgazando.

Lo que de infancia fueran nuestros pequeños cuartos de juguetes, de adultos se han transformado en sofisticados espacios donde a diario una miríada de hombres y mujeres se entretienen en sus juegos de laboratorio. La ciencia siempre ha sido un juego. De los juguetes fundacionales de los alquimistas, con espacios y utensilios prestados de las cocinas de las casas, se ha pasado al desarrollo de un amplio espectro de lugares e instrumentos que inclusive traspasan las fronteras físicas del planeta. Microscopios electrónicos, aceleradores de partículas, estaciones espaciales y la complejidad de los espacios sociales en sí mismos constituyen, entre otros, esa versión moderna, diversa, compleja y cambiante de nuestro cuarto de juguetes. Evoluciona a la par que avanzan los desarrollos y se renuevan los retos de la ciencia. Su concepción original, la de un espacio físico específico dotado de ciertos instrumentos para realizar trabajos técnicos o científicos, ha dado paso a formas complejas, flexibles y variables que posibilitan el aprovechamiento colectivo de los múltiples beneficios de la instrumentación en red.

Una instrumentación en red que se funda en la aparición reciente de un nuevo juguete, el computador, que ha resultado ser bastante versátil. Así como la rueda y la palanca, desde un punto de vista mecánico, se han transparentado haciendo parte del alma de la mayoría de los objetos que hay a nuestro alrededor, de igual manera el computador se viene incorporando de manera decisiva en cuanto objeto se construye hoy día. La red en sí misma constituye el mayor espacio de juego de que se tenga noticia, las nuevas generaciones pasan buena parte de su tiempo en la web. La limitada circunscripción del campo visual de los infantes ha extendido sus fronteras a los territorios de Internet. De adultos, es también allí donde aflora el nuevo territorio del juego de la ciencia. Uno de los casos más recientes y de mayor impacto en este sentido es el proyecto del Genoma Humano. Haciendo uso del juguete de la red, un esfuerzo internacional de 13 años iniciado formalmente en octubre de 1990 y completado en el 2003 permitió descubrir y poner a disposición de la humanidad, para su estudio posterior, un total de entre 20,000 y 25,000 genes humanos.

Haciéndole juego al tema, de manera intencional se busca preparar y motivar hoy día a las nuevas generaciones para el juego de la ciencia. ¿Qué otra función tendrían, si no, los múltiples museos interactivos que hay alrededor del orbe y que cada día toman mayor relevancia? Museos como Maloka y Explora en nuestro país abren sus puertas a las nuevas generaciones con la instrucción clara de que está prohibido no tocar. Del cuarto de juguetes de la infancia, pasando por los cuartos de juego de los museos saltamos a los cuartos de juguete de los laboratorios. Indudablemente, seguimos siendo puro juego.