lunes, febrero 26, 2007

El funeral de los inventos

Por: Félix Londoño G.
El Colombiano - Generación. Página 3. Domingo 25 de Febrero de 2007.

Además de la tan cercana muerte de los llamados seres vivos, y del envejecimiento mismo de las cosas bajo el inclemente látigo del tiempo, también hay otras cosas que se mueren, las inventadas tras horas de ensueño por algunos de los mortales. Ahora mismo se van muriendo muchas de ellas, y pareciera que cada vez lo hicieran más de prisa. Cuántas cosas que pasan de moda al compás de cada instante en que transcurren nuestras horas. Como un efluvio, como el más leve murmullo, como la más tenue sombra, casi sin dejar el menor rastro, sentimos apenas la frágil y breve jornada de existencia de muchos de los inventos trastocándose en quejidos moribundos.

Apenas si alcancé a tener en mis manos aquel extraño y sofisticado artilugio llamado ‘regla de cálculo’, con el que entonces evocábamos la memoria de Leibniz y Babbage, cuando nos fue anunciada la llegada de la primera calculadora electrónica. No fue la primera muerte que presencié, tampoco sería la última. Poco a poco me fui acostumbrando al itinerante funeral de los inventos. Entre muchos memorables: el reloj de cuerda, el tocadiscos y la máquina de escribir. Repasando en mis recuerdos veo las tantas vitrinas de las tiendas que en un breve instante, como por arte de magia, se han venido transformando en anaqueles de museos. Tiendas que desaparecen y que se transforman. Ahora mismo observo con enconado morbo la muerte de la fotografía de nitrato de plata. Las tiendas de revelado con sus cuartos oscuros más parecen ahora pequeños almacenes de fruslerías. En medio de su propio funeral, ante la oscuridad de su futuro, encienden velas a los santos del naufragio.

Cosas que pasan como una película, que se mueren en lo más breve del tiempo. Los juguetes de diciembre con los que año a año celebramos lo efímero de los días y de las cosas mismas. Las modas de invierno y de verano; si que han pasado de uso, vistiendo el paso del tiempo por los cuerpos. Sociedad de consumo que en su fiebre arrolladora va dejando en el suelo su reguero de inventos muertos. Cuántos objetos pensados para el instante. Cuántos ungüentos para lo etéreo de los cuerpos. Baratijas mil alargando los momentos.

Muchas cosas que se mueren. Otras tantas que ante la calamidad ceden su curso y se transforman. Por fortuna hay otras que duran. Nos ha durado la imprenta, y más allá en la distancia de los siglos, nos ha durado la palabra misma con la que se refrenda la simple muerte de las cosas ya muertas.

martes, febrero 20, 2007

Nueva frontera de la escuela

Por: Félix Londoño G.

Portafolio. Año 13 Número 2624. pp. 31. 20 de Febrero de 2007

La Escuela, aquel lugar confinado entre cuatro paredes, donde por años se han formado varias generaciones, ya va desbordando por entre sus muros su capacidad de contener en ellos a los nuevos educandos. Más allá de sus tabiques se alzan hoy nuevos confines cuyas fundaciones no son otras que las que se derivan del uso de las novedosas plataformas en las que se desarrolla hoy día la interacción comunicativa globalizada.

Nada más evidente el hecho de que las nuevas fronteras de la escuela se están trasladando a la periferia, alrededor de los desarrollos de Internet. ¿Cuánto del aprendizaje humano tiene lugar hoy día en la red? Difícil responder a esta pregunta pero sin lugar a dudas ya es significativo y por lo visto seguirá en crescendo. Sin embargo, los desarrollos tecnológicos continúan en sus altos picos de ebullición y por lo visto aún nos aguardan muchas sorpresas. En todo caso, las posibles tensiones parecieran moverse en dos extremos que seguramente habrán de coexistir. De un lado, en la perspectiva de una sociedad conectada y controlada, la interconexión global en torno a un único espacio virtual propiciando un acceso estandarizado a un gran repositorio de contenidos y maneras digitales de aprendizaje. De otro lado, abogando por sostener la individualidad, el desarrollo de dispositivos personalizados que, aún pudiendo acceder a la gran red, reclaman además el derecho a la propiedad privada.

Artefactos llenos de contenidos digitales que, a la manera de los viejos coleccionistas, propician el desarrollo de la frontera de lo íntimo y lo reservado. ¿Cuál será la forma definitiva de estos artilugios? ¿Tipo Ipod? ¿Tipo celular? ¿Transitorios digitales?El libro, y en particular el texto escolar, tal como lo conocemos hoy día, también ha sido parte vital de los muros de la escuela. Es en torno a los dispositivos personalizados que se anuncia su metamorfosis hacia un objeto digital amorfo que haciendo tránsito por la idea de la multimedia pareciera que fuera a instalarse en cualquier artefacto personal aún indeterminado. Cabe señalar que ésta es claramente una de las fronteras en proceso de construcción.

El colectivo social de profesores y estudiantes está cada vez más por fuera del aula de clase, disperso en la geografía del planeta y en ocasiones conversando en varios idiomas. Se va trazando así una nueva frontera de interacción social de orden prácticamente ilimitada. De igual manera, la frontera del tiempo se extiende y amplía más allá de los horarios y los ciclos escolares. Puestas en perspectiva, las nuevas fronteras de la escuela no se parecerán en nada a esas cuatro paredes instaladas en una casilla temporal de nuestros recuerdos.

jueves, febrero 08, 2007

Educación: saliendo del siglo XX

Por: Félix Londoño G.

Portafolio. Año 13 Número 2614. pp. 28. 8 de febrero de 2007.

Time publicó en diciembre 18 de 2006 el artículo How to Bring Our Schools Out of the 20th Century escrito por Claudia Wallis y Sonia Steptoe. Una interesante relación de apuntes sobre la educación hacia el siglo XXI que va más allá de las usuales estadísticas sobre el desempeño en pruebas como las de lectura y matemáticas. Una verdadera educación globalizada para una economía y un mundo globalizados.

En principio, los requerimientos que se señalan son los que ya hace rato se vienen escuchando de manera reiterada. El desarrollo de capacidades de pensamiento abstracto en contextos multidisciplinarios; la capacidad de trabajo en equipo; el poder diferenciar la buena información de la mala; el ser capaces de comunicarnos en un segundo y hasta en un tercer o cuarto idioma; y el saber mucho más acerca del mundo, y con ello, estar preparados de verdad para hacer de este planeta nuestro hogar, un hogar compartido con el resto de los mortales. Todo ello fundado en la formación de mentes creativas, innovadoras, y con una alta dosis de inteligencia emocional; y lo más importante, mentes motivadas en aprender de manera permanente.

Bajo esta perspectiva, el aprendizaje de otros idiomas y la exposición a otras culturas se potencia mediante el uso de las múltiples herramientas y servicios que en las formas de chat, blogs, videoconferencias y otros ofrece hoy día Internet. Se requiere con urgencia que los currículos se planteen desde una lógica más abierta que conduzcan de por sí, de entrada, al desarrollo de 'estados mentales' que propicien una mirada más internacional, más universal. Para referirse a la información real en un mundo global, las autoras hablan de información real en la era de Google. No se trata de aprehender muchos datos, ahí están los datos disponibles al alcance de los dedos. Se trata de entenderlos, de conectarlos y de usarlos. Por encima de los datos están las ideas generativas. Ya alguien muy acertadamente indicaba que el conocimiento es información en acción.
Medio en serio y medio en broma, las autoras señalan que la única diferencia en los salones de clase era que los tableros de color verde a finales del siglo XX lo eran de color negro en sus comienzos. Los inicios de este siglo están más que nunca signados por el uso de las tecnologías de la informática y de las comunicaciones. La globalización de la educación también implica derruir los muros del aula de clase y re-fundarla sobre las nuevas plataformas de la interacción comunicativa globalizada. No hay razón para que existan diferencias entre el mundo de la escuela y el mundo por fuera de ella.

viernes, febrero 02, 2007

Servicio al cliente, ¿un problema de sordera?

Por: Félix Londoño G.
Portafolio. Año 13 Número 2609. pp. 28. 2 de febrero de 2007.

Mucho es lo que se ha escrito sobre 'servicio al cliente'; sobre el tema abundan en Internet, librerías y bibliotecas cientos de libros y de artículos. ¿Por qué seguir escribiendo sobre algo que pareciera tan estudiado y, de hecho, tan obvio? En el día a día, como clientes, somos los primeros en percibir que en la práctica, en muchas situaciones, el asunto desborda los tratamientos teóricos que se han considerado sobre el mismo. No faltan en las oficinas las quejas sobre el mal servicio al cliente, aún después de hechas las capacitaciones y entrenamientos del caso.

A mi modo de ver, con el argumento de que 'el cliente siempre tiene la razón', el énfasis en el tratamiento del asunto se ha fundado a veces de manera particular en torno al cliente, dejando de lado, en ocasiones, a los otros actores. No podemos olvidar que el 'servicio al cliente' resulta ser una conversación entre tres: quien ofrece el producto o servicio, quien lo recibe -el cliente-, y el producto o servicio como tal. Y, claro, ya sabemos que el objetivo no es hacer ventas sino clientes. Pero cabe de nuevo preguntar, ¿y dónde quedan el producto o servicio y quién lo ofrece? Dejemos por sentado que el producto y/o servicio es de buena calidad y que ofrece las prestaciones esperadas por el cliente, y hagamos algunas consideraciones sobre quien lo ofrece.
Luego de analizar algunas situaciones frustrantes que he vivido como cliente, he comenzado a pensar que en estas malas experiencias he sido atendido por personal que sufre de sordera. Sí, de sordera, pero no fisiológica, de una sordera de orden psicológico que de manera particular se hace evidente al conversar. Hablamos y no somos escuchados, sentimos que nos miran por encima del hombro, tal vez preocupados por el que sigue en la fila, pensando en el cierre de la jornada, o distantes y encerrados en su propio punto de vista. Nuestro interlocutor no se dispone a atender y a entender nuestra posición y nuestras necesidades. A veces nos damos cuenta que ni él mismo se escucha. Como los músicos, al conversar con alguien, no solamente debemos entrar en sintonía con los acordes de nuestro interlocutor sino además con los de nuestra propia voz. La relación con un cliente no puede fundarse en la sordera; debe ser ante todo una conversación, en torno a un producto o servicio, que demanda el mayor respeto y cortesía por lo que el otro tiene a bien comunicarnos. No lo olvidemos, más que hacer ventas se trata de hacer clientes a través de las conversaciones con el otro; y para ello debemos estar dispuestos a superar esa sordera que casi siempre se deriva del anquilosamiento que produce la rutina y se escuda en la inflexibilidad de algunas normas, procedimientos y reglamentaciones que en algunos casos resultan inapropiadas.