miércoles, septiembre 10, 2008

Universidades de tercera generación

Portafolio. Año 14. Número 3092. Pp. 31. Miércoles 9 de septiembre de 2008.

En medios académicos se habla de una nueva concepción de Universidad: la de Tercera Generación o 3GU (por sus siglas en inglés – Third Generation University). Esta denominación específica la escuché en boca del doctor Hans Wissema, experto holandés en temas de estrategia y cultura del cambio. Cuando oía su disertación pensé en el conocido modelo del Triángulo de Sábato. Tal vez más de lo mismo, pensé en principio. Sin embargo, las tendencias en el contexto actual parecen señalar algo distinto en este nuevo rumbo.

Cambio de orientación, de misión. De la universidad que profesionaliza, basada en docencia, haciendo tránsito por la universidad con investigación, se pasa a una universidad que acomete, además, tareas de investigación aplicada a través de fuertes alianzas con las empresas. La universidad le juega, así, a ser la oficina, el outsorcing, de Investigación y Desarrollo (R&D) a diversos sectores empresariales. La universidad en red, de manera extendida, con otras universidades, con las empresas, con el estado, y con el sector financiero. Cambio de misión que trae consigo una transformación en sus fuentes de financiación.

Cambio de contexto. Una globalización mediada, cada vez más, por la tecnología. Se acaban las parroquias. La universidad poniéndole el pecho, conocimiento y tecnología, a la dura competencia del mercado. Competencia de las universidades por los mejores estudiantes. Competencia de las empresas por los mejores profesionales. Competencia de unos y otros por los mejores contratos de investigación. Plaza de mercado del conocimiento. Y en ella la universidad como centro de pensamiento de los grandes corredores de la tecnología; una universidad cada vez más instalada en el mercado de la red.

Cambio de propósitos. El conocimiento como mercancía del cual la universidad puede lucrarse. Además de contar con el activo intelectual de su recurso humano, la universidad se hace co-propietaria de los activos que se derivan de la propiedad intelectual que produce su comunidad académica. La Universidad también se hace empresaria. Emprende spin-offs, y actúa como techno starter. Se le mide al emprendimiento y a la incubación de nuevas empresas. La universidad como un instrumento directo de crecimiento económico.

Se sienten estos aires de cambio. Es notorio el incremento en la colaboración de las universidades con empresas basadas en tecnología en contextos globalizados. Es evidente como la investigación que hacen las universidades se desarrolla, cada vez con mayor frecuencia, conformando equipos interdisciplinarios enfocados en áreas específicas, también en contextos globales. Quizás lo más destacado sea el hecho de que, además de formar e investigar, la universidad está apropiando la función de la explotación comercial del conocimiento creado en sus claustros. En suma, verdaderos aires de cambio. Y, en sintonía con ellos, cambio de modelo. Nuevas estructuras académico administrativas a tono con esta nueva concepción de Universidades de Tercera Generación.

martes, septiembre 02, 2008

e-Ciencia

Portafolio. Año 14. Número 3084. Pp. 31. Lunes 1 de septiembre de 2008.

El uso de la 'e' en e-mail, como prefijo, se ha extendido a otros vocablos. Entre muchos encontramos: e-business, e-learning, e-objects, e-company, e-global y e-culture. La ciencia como concepto no escapa a este doble sentido de existencia, real y virtual, que se busca anteponiendo esta letra a cualquier palabra. Así que hoy ya se ha acuñado también el uso del vocablo e-ciencia. ¿En qué se diferencia la e-ciencia de la ciencia en el sentido tradicional del término? ¿Cuáles son las implicaciones que trae consigo este desarrollo?
Los autores de la idea definen la e-ciencia como la realización de actividades científicas de manera colaborativa aprovechando los medios electrónicos, de manera especial utilizando las denominadas redes avanzadas. Hay quienes señalan que en sentido riguroso no hay ninguna diferencia, que simplemente se trata de sacarle provecho a estas redes para escalar el desarrollo de la investigación.
En todo caso va quedando claro que su uso trae consigo un nuevo panorama de posibles transformaciones en el quehacer científico. Cambia la escala, la diversidad, la velocidad y la oportunidad de participar en el desarrollo de proyectos y programas de investigación. Las redes hacen que la actividad científica converja en las dimensiones espacio-tiempo logrando, entre otras, mayor simultaneidad, apertura geográfica, uso más racional de los recursos, sinergia en el colectivo social, y la posibilidad de realizar proyectos de una mayor dimensión y con un mayor impacto.
En su etapa inicial la e-ciencia, en línea con el movimiento de 'acceso abierto' (open access), se proponía posibilitar el acceso a la información y producción científica por medios electrónicos. Hoy contempla mucho más que esto: la real posibilidad de desarrollar programas de investigación de gran envergadura usando las redes. Ejemplo de ello son proyectos como el del genoma humano que ya ha demostrado sus resultados tangibles. Múltiples son las posibilidades: fortalecimiento de las comunidades investigativas, manejo de grandes volúmenes de datos, experimentación a distancia, observatorios virtuales de ciencia y tecnología, actividades conjuntas de formación de posgrado, socialización de la ciencia, telemedicina, museos de ciencia interactivos, bibliotecas y publicaciones digitales en red, etc.
Latinoamérica podría beneficiarse de este atractivo panorama que ofrece la e-ciencia como alternativa y complemento para participar en los circuitos internacionales de creación y apropiación de conocimiento. La primera ganancia estaría en el fortalecimiento de las comunidades académicas regionales. Las redes avanzadas ofrecen un enorme potencial para consolidar una masa crítica de talento humano del más alto nivel. Recurso humano que, actuando en la red, tiene la tarea perentoria de formular proyectos locales con alcance e impacto regional e internacional. Estos proyectos, y programas como los de formación y de socialización de la ciencia, irían a su vez demandando las prestaciones requeridas en las redes avanzadas, tal que la e-ciencia adquiera su sentido de existencia en la región.

La @: vocal abierta tecnológica

El Colombiano – Generación. Página 3. Domingo 31 de agosto de 2008.
En la infancia sentí el peso de la ‘@’, por arroba, en mis espaldas. 25 libras, de café, de panela, de mercado, en un costal sobre mis hombros. Un extraño signo que apenas si figuraba en las máquinas de escribir de aquel entonces, y que algún maestro me dijo que era el símbolo de área; un concepto que todavía no cabía en mi cabeza. También me percaté de su existencia cuando combinado con otros signos rebuscados, #$%@&¿?!!!, entreveía asomar las maldiciones en las viñetas de las revistas de historietas que leía a escondidas. La ‘@’ era para mí la versión demonio de la primera letra del alfabeto. Andaba entonces indagando por las versiones duende de por lo menos el resto de las vocales. Nunca pude encontrarlas.

Más tarde me enteraría que su origen responde a un ejercicio de ligadura caligráfica. La representación tipográfica de la preposición latina ad o, según algunos, la conjunción at (en); en fin, una manera de salirle al paso al encarte de cómo representar a estos dígrafos. Supe que en su origen la ‘@’ ya cargaba con algún sentido de existencia, la de la designación de algún lugar.

Nada como el poder descriptivo que tiene el lenguaje de los signos. La espiral en ‘@’ es símbolo de rabo y de otras tantas cosas. Así se lo ha apropiado el vulgo. Es, entre muchas, cola de mono en alemán; caracol en bielorruso; cola de ratón en chino; trompa de elefante en sueco; rosa en turco; y tarta arremolinada en hebreo. También se ha intentado su uso como recurso gráfico para integrar en una sola palabra las formas masculina y femenina de los sustantivos. Así que no te extrañes cuando te encuentres con l@s amig@s; no sea que l@s vayas a confundir de género. Alguien en sus desvelos vio en la ‘@’ trazos de las vocales ‘a’ y ‘o’. A propósito, y después de tantas, ¿cuál sería entonces el género de ‘@’?

Hablando de desvelos, no me sorprendería que haya sido precisamente en una noche de insomnio de septiembre del año 1971 en la que Ray Tomlinson decidiera escoger el símbolo de ‘@’ en el teclado de su PDP-10 para escribir tomlinson@bbn-tenexa, la primera dirección electrónica usada. El resto, 37 años más tarde, ya sabemos que es historia. La ‘@’, más que un signo pesado, cola de rabo, o parte de una maldiciente expresión, ha pasado a designar la dirección de nuestra existencia virtual. Tal vez el signo más vocal y más abierto en nuestro mundo tecnológico. Sorprende, sin embargo, que a la fecha no aparezca como registro alfabético ni en el DRAE, ni en Google.