lunes, marzo 03, 2008

Seguimos yendo a cine

Por: Félix Londoño G.
El Colombiano – Generación. Página 20. Domingo 2 de marzo de 2008.

Con su megáfono de juguete en alto, y haciendo malabares con su bicicleta, el hijo del dueño del teatro recorría las calles del pueblo anunciando la película del día. Al caer de la tarde se iba llenando la sala. Era un teatro con balcón, y los jóvenes de entonces nos apeñuscábamos allí en las butacas improvisadas de lo que con muy justa razón se conocía como el gallinero. De aquellos teatros de entonces ya no quedan muchos; los encuentro a veces en mis frecuentes viajes a poblados distantes. Sigo yendo al cine los domingos, a los grandes cinematógrafos de los centros comerciales de la ciudad en que vivo. Paseo de familia. Mi imaginario de la calle del pueblo se ha transformado en pasarelas dentro de los grandes edificios que ahora albergan los cines. Deambulamos por ellas, de vitrina en vitrina, matando el tiempo que otrora transcurría en las esquinas. Los centavos que reunía para el ticket se han plastificado y las palomitas de maíz también se han tecnificado. Ahora ya todo se compra en combos, incluyendo endulces estrafalarios y hasta boletos para sorteos inesperados. Revivo la sensación de estar subiendo al gallinero cuando tomo el ascensor o las modernas escaleras que hoy nos conducen a una sala en lo más alto de los modernos edificios. Así que el cine no ha dejado de ser una experiencia de grandes alturas. Extraño las dobles funciones, el intermedio en el que comprábamos golosinas y las interrupciones sorpresivas por la cinta reventada. Me incomoda el imprevisto repiquetear de los celulares en medio de la función. Con que rapidez están cambiando los tiempos. Dicen que el cine se está trasladando a la red; también dicen que las películas se están fragmentando y achiquitando. Parece que parte del entretenimiento consiste ahora en buscar en la red pequeños cortometrajes que aún no se sabe que existen, y poder participar de este juego como productores de pequeños ensayos audiovisuales. En lugar de los anuncios con megáfono de juguete veo, con sorpresa, como las nuevas creaciones y hallazgos se comparten a través de mensajes instantáneos haciendo uso del ciberespacio en sincronía con los modernos dispositivos móviles. Estoy considerando transformar el ático de mi casa en un renovado gallinero con conexión a Internet, e instalar allí unas cuantas butacas para ponerme a tono con las nuevas alturas en estos tiempos de cambios acelerados en que, igual, seguimos yendo al cine.